Con el nuevo single de Marta Movidas, como con todo en su música, uno no sabe si la acidez precede a la dulzura o viceversa, si hay truco, trato o alguna trampa de la madrileña en la que caer: en el universo musical de Marta Movidas cabe hablar de enviar snaps íntimos y también citar una ópera de Manuel de Falla.
Entre el ultrapop y la influencia el punk rock más weezercore —respiremos aliviados—, esta canción habla sobre Tomi, su mejor amigo, y, también, su perro. A Tomi le rescataron los abuelos de Marta cuando ella tenía apenas 9 años y con él convivió hasta 18 más. Era pequeñito, alargado y marrón, tumbado era igual que una “Rosquilla de Canela”, como reza el título de la canción. El corte habla de amistad incondicional, descarnada, de esos amores apretados que casi solo están presentes en las coplas y en las cartas de amor abandonadas en una esquina del recreo.
No importa si era el más guapo, el más educado o si su olor era el mejor de todos; cuántas veces había que sacarlo a pasear o cuanto espacio había que cederle a su antojo. A su lado, Marta era invencible: por la calle no les tosía nadie. Como consecuencia, una canción directa, a corazón abierto. Marta Movidas deja atrás sus experimentos en los que ponía ojitos al J-pop y a los arreglos más barrocos que han dominado buena parte de su trabajo como solista. Se lanza de lleno a un tema visceral, sin raros artilugios ni artificios. Marta Movidas ha hecho una canción para que Tomi pudiera entenderla.
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