Vuelve el héroe murciano, vuelve Marcelo Criminal. Y como todo regreso victorioso, al igual que quien procede de una larga gesta, no podía hacerlo de otro modo que, con una cota de malla y una capa, una buena resaca y tres adelantos bajo el brazo: “Café de Máquina”, “Otra Noche Más” y “Qué Hacemos Luego”. El carácter ciertamente envalentonado de este triple lanzamiento contrasta con las historias trágicas y cotidianas de incomprensión y timidez, de dificultad para hacerse entender y de indecisión frente a qué hacer un sábado noche, pero es que, en definitiva, como el resto de su obra, esta es una muestra más de la eterna ‘contradicción marceliana’.
Entre idas y venidas a la máquina de café, todos le hemos guardado el sitio en la biblioteca a alguien especial que nunca apareció; todos nos hemos echado atrás en el último momento cuando estábamos dispuestos a enfrentarnos a un noche que desembocaba en una lavadora al día siguiente; pero, tal vez, no todos hayamos llegado de empalme a un entierro. Así es el universo de Marcelo Criminal, tan próximo a lo ordinario de la huerta murciana como maravilloso en la praxis de su álter ego, por supuesto, atado muy de cerca a los talones de la persona que se defiende tras el micrófono con su guitarra (ahora, ataviado con armadura medieval).
Marcelo permanece fiel a su forma de entender la vida a través de las canciones, al sonido de baja fidelidad y a la espontaneidad de la primera toma. No hace falta mayor definición en los paisajes sonoros del cowboy murciano. En este nuevo tríptico (queda a interpretación del oyente el orden de consecución de historias —si lo hubiera—) se pasea con solvencia por nuevos timbres además de la habitual guitarra acústica, donde entran congas, bajos bailongos e incluso pads houseros. Marcelo Criminal es posiblemente el único músico de habla española con derecho a romper sílabas y a la rima imposible, a olvidar durante una noche que es tu exnovio y una vez también te rompió el corazón.
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