“Contratiempo” tiene varias acepciones: puede ser un accidente o suceso inesperado que retrase o impida hacer lo que se desea, puede ser una irregularidad rítmica en un compás o puede ser un disco que aglutine ambos significados, extraiga su fuerza de ellos y los celebre, como el primer álbum de Flavia Marsano, “Contratiempo”, que El Volcán Música edita.
La juventud de la artista peruana, nacida en 1999, y las emociones límite que impregnan sus canciones (la sensación de que lo importante es efímero, que entre lo disfrutado ayer y el presente hay una barrera insondable, que puedes amar hasta la muerte a alguien a quien vagamente conoces…) también marcan, a su manera, una rebeldía contra el tiempo. En las melodías pop de Flavia, en su forma ligera de contar cosas nada ligeras, puede rastrearse un tipo de narrativa que recuerda a Julieta Venegas o a Clairo, si bien películas como Lady Bird, Eighth Grade o Booksmart —que, en España, extraordinariamente, conocimos como Súper Empollonas— son también señaladas por la cantante como influencias de un álbum Coming of age, de paso a la madurez.
En medio de ese crecimiento, el salto que Flavia dio desde su Lima natal hasta Madrid fue el estirón que terminó de tensar los temas de este disco: la distancia hacia las personas, los paisajes y los objetos (como los seres queridos en otro hemisferio de Calor, o el coche Mazda 6 de Guinda) que conformaban una vida anterior, el aislamiento vivido por la pandemia (que pasó en soledad, primero, en un piso interior de 30 m2 de Madrid y, después, al regresar a Perú) y una crisis de los veinte donde cada decisión parece determinar todos los futuros posibles son el inestable telón de fondo que replican sus elaboradas bases electrónicas, llenas de altibajos y capas no lineales.
El robo sufrido por el productor José Luis Gonzales, “El Alcalde”, obligó a empezar de cero las canciones ya grabadas y se sumó a la larga lista de contratiempos que forjaron, como si de un singular accidente geológico se tratase, el resultado final de este flamante debut, que hace de la concatenación de infortunios una declaración, con la sabiduría precoz de quien asume que las dificultades no son transitorias, sino la esencia misma del “famoso círculo de la realidad”. Una colección de ocho canciones en 25 minutos, entre las que se encuentra sus singles Quiero y Sí o no (con Turian Boy), que sumariza y pone voz con urgencia juvenil a inquietudes generacionales: el miedo a no ponderar si tomarse las cosas demasiado en serio o demasiado en broma, a idealizar personas y situaciones, a equivocarse… Pero también inquietudes particulares. Porque las obsesiones de Flavia Marsano son, por sí mismas, un mundo propio.
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