Jaime Perpiñá conoce bien todas las aristas de la industria musical. Escarmentado por las malas experiencias con las discográficas, decidió crear en 2009 su propio sello para editar los trabajos de La Musicalité. Y así, desde la independencia más absoluta, vivió la época más gloriosa de una banda que ha escrito alguna de las páginas más exitosas del pop español. Todo gracias a unas composiciones impecables, llenas de energía y alejadas de cánones establecidos, tendencias o modas.
Pero el mundo de la música es una montaña rusa donde tan difícil es llegar a lo más alto como saber mantenerse. Y poco a poco las canciones de La Musicalité dejaban de tener el mismo impacto mediático. Aunque si por algo se han caracterizado los mallorquines a lo largo de su trayectoria ha sido por la facilidad que han tenido siempre para evolucionar, innovar y sorprender. Y ahora Jaime lo ha tenido hacer una vez más, reinventándose por completo y lanzándose a la aventura en solitario.
Su carta de presentación lleva por título “Pequeños Placeres”, un álbum que se aleja de su estilo tradicional pero que mantiene muchas de sus señas de identidad. En especial la apuesta por los ritmos contundentes y la mirada optimista con la que afronta todos sus proyectos. “1000 y un te quiero” es un tema que condensa toda ese energía positiva y añade otro de sus platos fuertes, la sensibilidad. Y al que no le falta ni la elegancia en los arreglos ni la sutileza a la hora de interpretar.
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