Mientras “Final Feliz” se presenta luminoso, para hablarnos sobre el proceso de aprender a quererse a uno mismo y romper con el típico amor estereotipado presentado en las historias de Walt Disney, “Teenager”, la nueva canción de Anna Ralb, nos plasma un ambiente más bien oscuro, haciendo un viaje en el tiempo para exponernos las típicas inseguridades y emociones que uno puede sentir en la etapa de la adolescencia. Un relato tragicómico que nos muestra cómo la búsqueda de una identidad propia, la necesidad de encajar en la sociedad y la impulsividad, devienen características esenciales en un período de la vida en el que lo superficial, la rebeldía y las incógnitas parecen condicionar demasiado en el día a día de uno mismo.
Con esta sátira sobre la adolescencia, Anna completa un single doble (Onomástika) que ha estado inspirado en el Libro Rojo del psicoanalista Carl Jung, dónde el autor afirma que “el hombre debe aceptar sus experiencias, pero a la vez evitar identificarse con ellas”. Algo que se relaciona a la perfección con la pintura Composición VII de Kandinsky, otra de las influencias que ha tenido la cantante catalana al escribir esta obra, y que ejemplifica la resurrección después del diluvio y la liberación después del desastre. Un binomio en el que un elemento depende del otro, para seguir en la línea de la filosofía del Kintsugi, muy inspiradora para la artista, la cual se basa en la recomposición de las piezas rotas para convertirlas en únicas.
De este modo, Anna Ralb nos presenta dos canciones que contrastan la una con la otra y que plasman distintos momentos de la vida de uno mismo. Un contraste que se puede apreciar tanto a nivel estilístico, como a nivel conceptual. Asimismo, “Final Feliz” presenta una sonoridad más orgánica y suave, mientras que “Teenager” se muestra más ruda y con más presencia de sintetizadores y elementos electrónicos.
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