El nuevo disco de Ricky Merino saldrá a la venta el próximo 22 de noviembre. “Dopamina”, el neurotransmisor involucrado en las sensaciones placenteras, sirve como título a un álbum en el que mallorquín se ha dejado literalmente el alma. El disco representa todo un abanico de estados de ánimos. Es tan íntimo como ambicioso, pero sobre todo, valiente en tiempos de inmediatez y prisas. Una cualidad a la que hay que sumar el carisma arrollador de un cantante que atraviesa su mejor momento creativo.
Ricky nos tiene acostumbrados a hablar siempre sin tapujos, pero en este disco va incluso un paso más allá. “Dopamina” es un álbum extremadamente personal, en el que abre su corazón como nunca antes lo había hecho. No se trata de mostrarse vulnerable, sino de abordar con una crudeza desgarradora alguna de sus inquietudes. Y lo hace, con una honestidad abrumadora, descarnada y llena de verdad. Esa visceralidad es la que dota al disco de una belleza excepcional y luminosa.
“Superstar”, su nuevo single, es el mejor reflejo. En él, Ricky atiza a la escena musical sin dejar títere con cabeza. La hipocresía del éxito, el poco valor que se le da a lo que ya casi no tiene precio, la fugacidad de la fama… incluso el lado tóxico de una industria que recomienda vender el alma al diablo por unos números, son algunas de las críticas que dispara a diestro y siniestro. Sin olvidar el gran abismo que hay entre lo que te venden y la auténtica realidad que se encuentra el artista.
Dicen que el tercer álbum de un cantante es siempre el de su madurez artística, pero Ricky ha dado un golpe de autoridad ya con este segundo. Cantante, actor y presentador, conoce a la perfección las reglas del juego para mantenerse a flote siete años después de salir de Operación Triunfo. No hay otro secreto más allá del esfuerzo, la disciplina y sacrificio. Y la recompensa es un trabajo realmente inspirador, que no debería pasar inadvertido en el mundanal rugir mediático de la industria.
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