Un debut autobiográfico y asambleario donde la ansiedad endémica y el hastío generacional se combaten a través de la ternura. Un trabajo influenciado por el art-punk que reivindica que quererse es revolucionario.
El debut de Amor Líquido es homónimo, pues su intención es mayoritariamente biográfica (¿qué clase de persona titularía su diario?). Su primer disco recoge el hastío generacional, la imposibilidad de las expectativas, el miedo al futuro o la problemática relacional de Bauman (cuyas teorías ponen nombre al cuarteto) tan contemporánea a la generación Z. Sus vivencias son, por tanto, universales, pero su primer álbum marca la diferencia en su individualidad: es reivindicativo desde la entraña y, tendiendo la mano al oyente, se construye como un ejercicio interno de amistad.
El trabajo toma el relevo en esa estela millenial y fatalista que comenzaron Carolina Durante o La Trinidad, pero que su geolocalización no os engañe: la banda se aleja del vestigio más naif y popero que recogían algunas de sus primeras composiciones —“El audio”, de 2020 o “La chica que me gusta” de 2021— para dar un paso hacia el punk revival de Fontaines D.C., el art-industrial de Turnstile o los Amyl and The Sniffers más desafiantes.
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