Se viene algo grande. María Blaya, una de las mayores revelaciones de la música en castellano de los últimos años, publica su álbum en larga duración. Noticia grande que ha decidido titular precisamente así: “Grande”. Grande en canciones, en producción, en emoción y en unas interpretaciones que son pura magia. Un disco necesario para consagrar definitivamente -como si fuera necesario- a una artista de máxima magnitud.
La historia de María Blaya (Murcia, 1996) es la de una compositora con un don natural para conmover con su música. Capaz de sonar a la vez contemporánea y atemporal, aúna melodía y experimentación como si fuera sencillo. Mostrando un particular universo creativo que se muestra en cada pieza. Una artista en continua evolución y en constante búsqueda de nuevos caminos sonoros y personales. Su carrera se inició en su Murcia natal, pero cogió altura al mudarse a Madrid. Que artistas como Natalia Lacunza, trashi, Rojuu, Blanco Palamera o Daniel Sabater hayan colaborado con ella no es casual.
“Grande” es un trabajo lleno de contrastes y dinámica. Blaya es capaz de compartir su lado más radicalmente íntimo, conquistando al oyente con una sinceridad salvaje que se articula a través de delicadas piezas sónicas. Una docena de cortes de desarmante belleza que superpone capas sintéticas y elementos orgánicos. Suena accesible y sofisticado al mismo tiempo, logrando un equilibrio perfecto entre experimentación sonora y facilidad melódica. “Daño” sienta las bases del conjunto, con la voz de María como inmediato hallazgo: sensible, delicada, de amplio rango y seguridad para transmitir. Éxito inmediato. “Amor Puro” demuestra que en un mundo cada vez más cínico hay espacio para vivir la vida de otra manera. Todo eso sin bajar el nivel creativo, claro está.
En “Gris” deja claro que las guitarras acústicas, que la acompañaron en la primera etapa de su carrera, siguen teniendo hueco aquí. Pura clase. El trabajo de Anxo Ferreira y Manuel Blanco, que secundan a la propia María a la producción, funciona como la seda, dejando aire entre capa y capa sonora. Dejando que la magia esté en el espacio entre instrumentos. Continuador del EP “Silencio” (2020), “Grande” desvela que Blaya es capaz de evolucionar en cada paso. La intrigante ‘Tango’ es buena muestra de ello, con detalles de cuerdas y soniditos misteriosos que crean un enjambre sonoro apabullante.
“Ella” es otra de las piezas destacadas del conjunto. Una historia de amor/desamor: “No me quedé con ella/Noches pensando en ella/Siempre abrazada a ella/Lágrimas en las estrellas”, canta con tono trémulo. Sentimientos a flor de piel sin pudor, ni rubor. María Blaya no sigue las normas, las crea. A ritmo de piano house, en “Demonio” queda diáfano que, a la hora de entregar canciones pensadas para bailar con ojos cerrados, hay pocas y pocos como la murciana. “Mariposas” y “No sé dónde voy” manifiestan con exquisitez su habilidad para conjugar vanguardia y pop.
Final por todo lo alto con “5 minutos más”, colofón tremendo para un álbum rico en matices y personalidad poliédrica. Suena a ella misma y restalla con detalles contemporáneos. El futuro presente es suyo.
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