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martes, 27 de mayo de 2025

Annapurna estrena su EP “Golpes, flores”


“Golpes, flores” es, precisamente, lo que su nombre indica: una exploración de las fuerzas que nos golpean, de las heridas que nos marcan, pero también de la belleza que emerge de la vulnerabilidad y del dolor. Escúchalo aquí (click). 

En su EP debut, Annapurna captura esa dualidad: la intensidad y la fragilidad de los momentos más efímeros. Con su estilo tan expansivo, la banda crea una atmósfera en la que la oscuridad y la luz se entrelazan, donde la catarsis y la calma conviven en un mismo espacio. Es un recordatorio de que, pese a todo, siempre existe la posibilidad de que florezca algo nuevo.

Lo primero que destaca al escuchar “Golpes, flores” es cómo suena Annapurna, especialmente teniendo en cuenta la juventud de la banda. No es un sonido a medias, ni una búsqueda todavía por definir, sino que se siente como si hubieran estado caminando por este terreno desde siempre. Influencias claras de bandas como Viva Belgrado, toe o Fontaines D.C. se entrelazan con una sensibilidad melódica que recuerda al emo español y al alt-rock japonés. En ese crisol de estilos, Annapurna encuentra su voz: visceral, honesta y perfectamente afilada.

El EP abre con Metamorfosis, un tema que encapsula perfectamente las contradicciones humanas: entre la fragilidad y la fuerza, constante en el disco. En realidad, el EP representa esos contrastes por sí mismo: mientras que Domingomarca su territorio con un tema que golpea de inmediato, en Martes la banda da un giro inesperado: una guitarra acústica fragilísima nos lleva por una senda más introspectiva. Lo sé y Tregua se sumergen aún más en el terreno de la incertidumbre, con letras que exploran la pérdida, el cambio y la resignación, mientras que los riffs afilados de guitarra se enfrentan a una percusión vibrante que mantiene la tensión hasta el último segundo.

Aunque “Golpes, flores” es el EP debut de Annapurna, se siente como una promesa de lo que está por venir. Este cuarteto vallisoletano-murciano ha encontrado una forma de unir lo visceral con lo melódico, de mantener un pie en el suelo del punk y otro en la incertidumbre del alt-rock más experimental. En menos de 20 minutos, nos ofrecen un catálogo de emociones crudas, un reflejo de un proceso de maduración musical que promete solo mejorar con el tiempo.

Se dice que el Annapurna es la montaña más letal del planeta. Su cima, a más de ocho mil metros de altura, es un desafío reservado para unos pocos. Intentar escalarla es enfrentarse al frío y a la incertidumbre. Hacer música y querer que importe y que trascienda es un poco lo mismo. Es aceptar que, en ocasiones, en el camino hay más caídas que ascensos. Pero también es entender que, si lo consigues, la vista desde arriba lo cambia todo.

Annapurna no se llamaba así la primera vez que surgió la idea. De hecho, no tuvo nombre, ni forma, hasta mucho tiempo después. Ese origen puede remontarse a 2015, o quizá 2016, cuando Álvaro solía asistir a los conciertos de Decembird (2015-2019), antiguo grupo de Mike y Adri, en la penumbra de aquellas pequeñas y abarrotadas salas en el centro de Murcia. La idea de un proyecto común golpeó a Álvaro, que por aquel entonces se lo comentó a Mike solo con la levedad de quien tiene toda la vida por delante. Esa vida siguió con su habitual ruido de fondo, y aquello quedó enredado en su cabeza como una melodía que no termina de desvanecerse. Compañeros de carrera y grandes amigos, ambos siguieron compartiendo vivencias e influencias durante toda su etapa universitaria, aunque aquella idea no llegase a cristalizar.

En la primavera de 2022, recién acabada la carrera, los dos se mudan a Madrid por motivos profesionales. Durante ese primer año disminuye su contacto, abrumados por sus nuevas y frenéticas vidas. En la vida de Mike aparece Valín, que también acaba de aterrizar en la capital y con el que comienza a compartir piso. Ambos entablan una rápida y profunda amistad a golpe de influencias e intereses comunes. Muchas horas tocando sus guitarras en aquel sofá, buscando formas de dar voz a sus dilemas y a esas encrucijadas vitales ya no tan juveniles.

Un año después, en una de esas casualidades que se dan en las tardes de domingo, Álvaro, Mike y Jorge coinciden tomando una cerveza en un encuentro con amigos, bajo el abrasador sol del verano madrileño. Tras hablar un rato sobre música y recordar con nostalgia aquellos proyectos pendientes, quedan para pasar una tarde tocando la guitarra en casa de Álvaro, versionando a sus grupos favoritos. Y, a los pocos días, aquel encuentro sucedió.

Aquella tarde de verano nació Annapurna.

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