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miércoles, 2 de octubre de 2024

Marta Movidas presenta “Martillo”, su segundo álbum

Un recorrido por la modernidad y la tradición que da rienda suelta a fantasías de city-pop, future funk, disco intergaláctico, sintonías de animes y farming simulators 

Compuesto íntegramente por Marta Movidas, “Martillo” cuenta además con la producción de Bearoid y ha sido mezclado en Japón en el estudio de Yoshinori Adacchi. 

Yunque, el último EP de Marta Movidas – lanzado a principios de 2023–, terminaba en puntos suspensivos con ese ejercicio de power rock progresivo que era Malhaya quien nace yunque…, dejando muchas cosas abiertas. Poco a poco, a lo largo de sus cuatro canciones, iba dejando ver una transformación, las pistas de una transición hacia una música más brillante, más optimista, al mismo tiempo que destapaba una sincera nipofilia 

Martillo recoge aquellos puntos suspensivos e inicia sobre ellos una travesía de perfeccionamiento y redescubrimiento que culmina en la que es, hasta la fecha, la versión más definitiva de la compositora madrileño-alcarreña. Desde el contundente arranque de …en vez de nacer martillo, sobre un revuelto que parece sacado de una sintonía de combate de un Crash Bandicoot y que termina recorriendo género tras género en sus apenas tres minutos de duración, Marta va abriéndose a jueguitos electrónicos, a chiribitas de videojuego, mientras abraza el lado festivo de la vida siempre a su manera, en cierto modo doméstica e introspectiva. 

En su fiesta mental, su habitación se convierte en Martillo en un club de city pop que empieza en el futuro para ir convirtiéndose en algo mucho más retrofuturista, que se despliega entre pianos delirantes, guitarrazos funk y sintetizadores loquísimos, que abraza el disco y el future funk y recorre incluso un espectro europop dentro de su siempre clarísimo enfoque j-pop. Marta sigue buscando su lugar en el mundo, quizá un propósito más trascendente, pero si hasta Yunque hubo cierto derrotismo e incluso una actitud más victimista, su nuevo álbum respira paz, autoaceptación… su lugar en el mundo es cada vez más un refugio nómada construido junto a las personas que forman parte de su vida. 

Puede ser que madurar siempre fuera entender esto, pero Martillo tampoco es, ni mucho menos, un disco de madurez. Es incluso un juego y a la vez una fantasía, y en su subtexto, puede que, sin siquiera proponérselo, teje los hilos invisibles que relacionan muchas de las músicas del mundo, de la canción popular al disco, del jazz al piano-funk. ¿Una copla a la coreana? Toma Guadaña de iridio. ¿J-rock con ínfulas californianas? Ahí va Una luz ilumina el rastro. ¿Latin city-pop? Chequea Calvario ¿me ves llorar? Ah, qué quieres algo parecido al house… ¿Qué tal Creo que ya no puedo más? Por sus versos y entre sus grooves se cuelan referencias que van de Miki Matsubara a Attarashi Gakko y de Yoasobi a Peggy Gou, de Rocío Jurado a Folamour, del Stardew Valley al Animal Crossing y de las míticas compilaciones de chill y lo-fi de la japonesa Tower Records o de Night Tempo a sus adaptaciones occidentales en forma de canal de YouTube. 

Pero no solo eso, también hay juegos entre las canciones, que se retuercen entre sí, se interrelacionan y se miran en el espejo retrospectivo de algunas melodías de YunqueCalvario, por ejemplo, convierte el riff de teclado de La flor de loto florece dos veces en el elemento gravitacional de un boogie sofistifunk; la melodía de Qué le digo a mis amigos regresa en Mariposa bianor (inspirada en una de las criaturas más raras del Animal Crossing y en el amor de Marta por la contemplación rural) configurando una especie de leitmotiv. Y el propio álbum se divide en sus dos caras entre una primera mitad más contemporánea y electrónica y una segunda más clásica y vintage, baladística a su modo y más convencional en su aproximación a la idea de canción. Como si el personaje (representado en las ilustraciones de Elora Pautrac y Jaquelin Ruther para las portadas, inspiradas en los dibujos de Naoko Takeuchi) fuese escapándose paulatinamente del presente que le rodea hacia su propia retrofantasíaUn destino que solo conoce Marta Movidas. Un destino que está, quizá, en la propia idea de búsqueda. 

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