De entre los cuerpos pegajosos y las pulseras de todo incluido se abre paso una figura con el cuello de la camisa abierto, a medio camino entre Arturo Valls y Andrés Pajares. Su cadera está dispuesta a ser la primera en facturar los movimientos disco más desfasados y arrítmicos, envuelto en una película de alcohol y en estado de agitación a causa de una línea de bajo infecciosa (además de una sustancia enterrada en un pitido que Sonido Muchacho exigió censurar a su autor, CORTE!).
Se tambalea hasta la barra, brazo en alto, exigiendo unos pelotis, se ensimisma en monólogos, habla sobre géneros musicales que ni siquiera le gustan: completamente sudado, le indica al camarero que se le ha roto el vaso con media sonrisa. ¡Chinchín! La hidratación perfecta para continuar la noche y así poder acercarse al DJ para pedirle desaforadamente “Lizzy, Te Quiero” para después hacer el moonwalk hasta el siguiente licor servido en vaso de tubo.
Entre Lizzy Mercier Descloux, Golpes Bajos y tu canción favorita del FIFA 2006, CORTE! ofrece el cóctel perfecto para perder la dignidad, la vergüenza y la documentación. Un ritmo virulento, cocinado en el mismo caldo que un brote de salmonela veraniego; exhudando tanta energía como falta de autoconciencia.
CORTE! llegó de milagro: una semana después de su nacimiento derribaron el hospital. Vino a este mundo de milagro y para quedarse, pero también para ensuciarlo, tanto como la polvareda que levantó la caída del edificio; casi tanto como el protagonista de este “Lizzy, Te Quiero”.
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