Han pasado dos años desde que La Trinidad publicaron su álbum debut, “Los edificios que se derrumban”, un álbum que les señalaba como estandartes del sonido característico de (valga la redundancia) Sonido Muchacho. El cuarteto malagueño lejos de esconderlo, mostraba orgulloso la influencia de algunas de las mejores bandas nacionales de los ochenta, que se traducían en un sonido correoso y vibrante, rock rabioso y acelerado que tomaba el testigo de muchas de las referencias más ilustres que forjaron la identidad del sello. En definitiva, un gran debut.
El parón forzado que ha supuesto la maldita pandemia ha servido sin embargo para replantear su sonido. Y, a diferencia de lo que ha ocurrido con la mayoría de bandas, a las que todo lo ocurrido en los últimos dos años ha empujado a oscurecer su sonido, La Trinidad están de vuelta con una actitud luminosa, podría decirse que hasta disfrutona.
En esta reinvención, concretada en los tres temas que conforman “¡Qué asco de primavera!”, destaca muy especialmente la incorporación de un sintetizador que aporta al sonido de la banda un sonido mucho más relajado y luminoso. La influencia de los ochenta sigue estando ahí, pero de otra manera y con otros referentes, algo obvio hasta en la canción de inicio, Jorge enamorado, que a pesar de centrarse en las guitarras igualmente renuncia a la distorsión en pos de un sonido mucho más limpio.
Es sin duda la mejor manera de enfrentarse a los fantasmas del pasado y también a una actualidad igualmente deprimente. Y parafraseando aquel lema que apelaba a las bondades de la música electrónica, puede que haya llegado el momento de llegar a la felicidad por el pop y el rock de guitarras. De ser así las nuevas canciones de La Trinidad son su puerta de entrada…
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