“Jose House” es el tercer adelanto de “Trovador Tecno”, el nuevo álbum de Joe Crepúsculo que saldrá a la venta el próximo 1 de abril.
Una oda a la libertad del desenfreno, cuando se encienden las luces y solo hay monstruos en la sala. A ese tipo de personas que te encuentras en un after y que por cualquier equívoco te pueden destrozar la vida. Cuando la música se vuelve pegajosa y no se desprende de ti.
En lo primigenio, en los suburbios de Chicago y Detroit, se coció el cancionero que después, a finales de los años 80 y 90 del siglo pasado, se trasladó a Europa en forma de celebraciones que giraban alrededor del baile que generaban aquellos trovadores mezclando los sonidos americanos con la electrónica de baile europea. De aquellos poetas líricos de la música disco, marcados por el ritmo y el deseo surge el trovador tecno Joe Crepúsculo.
Después de períodos de oscuridad el ser humano necesita una voz y un cancionero que le lleve al éxtasis: el devenir de la vida y la muerte es indisoluble al fasto, al hedonismo y al baile. “Trovador Tecno” es eso, una celebración electrónica goliardesca oficiada y transmitida por un trovador que destila los mejores ritmos para tal ocasión. Joe vuelve con capa y cancionero irrefutable de la mano del juglar Aaron Rux, el otro protagonista de este manjar electrónico.
Viandas clubbing servidas como maní en el nuevo disco de Joe Crepúsculo: un compendio-degustación de un menú universal. Las canciones de Joe son píldoras para el alma y los pies, y es en ese sentido donde disfrutamos del mejor Joe: del oficiante que te hace partícipe del jolgorio. La electrónica que ha elaborado junto a Aaron Rux es un regalo para la historia cultural del siglo XXI: antropología dance. Desde “Carreteras de pasión” -canción que abre “Trovador Tecno”, hasta su cierre con “Brindar” este dúo de occitanos del tecno despliega un catálogo irrefutable de joyas para la pista de baile.
“Tecnocasa” o “Jose House” tienen ya un lugar privilegiado en la historia de la electrónica de bailable de este país: dos bombas lanzadas en catapulta directamente a la pista de baile en una amalgama exquisita para el oído, el cuerpo y la celebración colectiva. Pasarán los años y no habrá benzodiazepinas para parar las convulsiones tecno de un disco que se erige como un automatismo perfecto para encarar el periodo que vendrá tras la peste moderna: la era poscovid.
“Pensar el tiempo” (con Abel de Los Vinagres), “Paranoia”, “El tren de la bruja” o “Sol y sombra” (con Las Negris) tienen la virtud del pop atemporal, la frescura de la urgencia y el poso de lo creado con alma. Ni Joe ni Aaron necesitan de ningún papel de regalo para envolver este disco. Las obras de arte no se envuelven: se crean, se muestran, se comparten y se disfrutan en ceremonia rave. Necesitábamos un disco así hecho por un trovador tecno donde lo sensible se enzarza con lo brutal del hedonismo en una percepción sensorial del todo estimulante.
“Velo de Maya”, “Vamos a limpiar”, “Happy birthday” y “Así soy yo” también conforman el corpus electrónico de este brillante ejercicio que llegará a su máxima expresión cuando lo disfrutemos en directo. Quien no baila no conoce el camino de la vida. Estas canciones vivirán en los rituales porque “Trovador Tecno” es cultura de club.
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